Un complejo que no sólo se vincula con actitudes que restringen la autonomía de la mujer, sino que también perjudica las relaciones más íntimas de los hombres.
Existe un momento de inflexión en la vida de toda mujer en el que se da cuenta de que las cosas no siempre han sido tan “justas” para nosotras. Quizás las generaciones más jóvenes podemos apostar por una fortuna mucho mayor a la que tuvieron nuestras madres o abuelas. Incluso, ahora mismo, muchas de nosotras identificamos red flags a velocidad luz, comprendemos lo que es un abuso emocional, reconocemos a narcisistas y huimos de quiénes no respetan nuestros límites; pero ¿qué pasaba antes? y ¿qué rasgos conservamos todavía?

El Madonna Whore Complex fue acuñado por Freud Sigmund (que si bien tiene cierta fama con tintes machistas, esa es harina de otro costal). Este complejo no sólo se vincula con actitudes que restringen la autonomía de la mujer, sino que también perjudica las relaciones más íntimas de los hombres.
El varón (en ese entonces, pero aplica para todos los géneros ahora) con este complejo ve a las mujeres como santas o putas, amando a las primeras y deseando a las segundas, aunque nunca entrelazando a ambas.
Muchas mujeres fueron categorizadas como “zorras” por el simple hecho de gozar su vida sexual a su antojo. Entonces comenzó la preocupación por no tener una “mala” reputación sexual ya que consideraban que arriesgaban su moralidad y la protección que le podrían brindar los hombres. Pasaron a sentir vergüenza por el deseo sexual y a vivir reprimidas (todavía pasa; menos, pero pasa).
El principal problema con esta dicotomía es que no debería de existir dicha división. La mayoría de las mujeres tenemos impulsos sexuales.Todas tenemos diferentes porcentajes de Madonna y Whore, la proporción cambia y se desvanece según las circunstancias, la etapa de la vida y la pareja sexual que tengamos. Ya es hora de que nos demos permiso de ser ambas.
